Viajar con mis tres hijas es una experiencia fascinante y enriquecedora, tanto para ellas como para mí. Me brinda la oportunidad de abrir sus mentes a un nuevo mundo de conocimientos y despertar su interés por el entorno que nos rodea.
Cada situación que se presenta durante el viaje nos brinda la oportunidad de aprender. Si decidimos quedarnos varios días en cada destino, tenemos el tiempo suficiente para sumergirnos en la cultura local y permitir que mis hijas participen activamente en las decisiones. Por ejemplo, pueden aprender cómo elegir el mejor hotel, preguntar sobre las comodidades y negociar precios. También pueden enfrentarse a desafíos cotidianos, como ir de compras para cocinar diariamente o seleccionar el restaurante más adecuado en términos de tipo de comida y precios.


Viajar estimula la creatividad de mis hijas, ya que a menudo se encuentran con la diferencia entre lo que desean y lo que tienen. Esto las impulsa a pensar en soluciones creativas para resolver problemas y adaptarse a las circunstancias.
Uno de los aspectos más interesantes de viajar con mis hijas es la oportunidad de sumergirnos en diferentes idiomas. Cuando nos enfrentamos a la necesidad de comunicarnos con personas que hablan un idioma distinto, mis hijas demuestran una sorprendente capacidad para aprender nuevas herramientas de comunicación y adaptarse rápidamente al entorno lingüístico.
Además, viajar nos brinda la oportunidad de interactuar con gente nueva en cada destino. Cada encuentro con personas desconocidas es una experiencia única y nos enseña a lidiar con lo desconocido. Aprendemos a adaptarnos, a ser abiertos y a apreciar las diferencias culturales.

En resumen, viajar con mis tres hijas es una experiencia emocionante y educativa. Me brinda la oportunidad de aprender juntas, estimular su creatividad, aprender nuevos idiomas y desarrollar habilidades de comunicación con personas de diferentes culturas. Es una aventura que nos enriquece a todas y nos permite crecer como familia y como individuos.